El pájaro en la ventana.

Inspirado en La mujer en el espejo de Virginia Woolf.



Se oyen los truenos y la lluvia caer violentamente, como si el universo supiera qué está pasando exactamente en tu cabeza ahora mismo, pero todo está oscuro. Las persianas medio bajadas, tu ser bajo numerosas mantas y los ojos cerrados con fuerza. Sientes cómo el frío de octubre se aloja en cada rincón de tu cuerpo. Te estremeces. Frida, Frida, Frida. El otoño te está cambiando, dices para ti misma, casi deseando que sea verdad. Porque el año está cerca de acabar y tú sigues igual. 


Te sacudes y reapareces de entre las mantas como un cadáver desenterrándose de su propia tumba. Entre la oscuridad de la habitación se puede discernir tu figura, lánguida, cabellos como el atardecer hasta la cintura, pies descalzos sobre el frío mármol. No tienes nada que hacer, llevas sin tener nada que hacer desde hace un mes. Encerrada obligadamente en un cuarto que no te pertenece, como un ave de presa en una jaula. Quizá deberías estar cambiando si quieres salir de aquí, dices en voz alta. Pero ¿cómo hacerlo? 

Empiezas a bailar, aunque todo esté en silencio. La vida es ruido, solo tú puedes poner en orden los sonidos y hacer de ella una melodía y no una cacofonía, te dijo una enfermera el otro día. 


La gente pasa a verte, pero te escondes tras esas mantas blancas hipoalergénicas, tras ese batín azul. Te escondes porque el ruido es demasiado, pero intentas bailar. La lluvia cada vez más fuerte golpeando el cristal de las ventanas, destellos de luz cada un par de segundos por la tormenta. Abatida, vuelves a la cama. Le dices a la gente que se vaya, piensas que si te escondes en esa casa nunca más volverás a no sentir nada. Porque es mejor el ruido. Porque no consigues hacer música, y el ruido es mejor que el silencio. Y así pasan los días, suspiro tras suspiro. 


Oh, Frida. Te observo todos los días desde aquí afuera. Tan triste, tan pálida, tan lejana. Frida, en busca de paz, pero durmiendo cada noche en las trincheras. Quizá algún otro octubre, el otoño te vea cambiada.

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