Hogar.

Llegué a casa a la mañana siguiente
sin ganas de ducharme
-a parte de sin ti-,
porque eso significaba
borrar el aroma de tu piel en la mía,
la saliva de tus labios en los míos,
nuestro sudor en mi cuerpo cansado.
Llegar a casa sucia,
impregnada de ti,
con ganas nada más que de tu boca.
Con ganas de tu piel
y de cada curva,
sobretodo la de tu sonrisa
que me calma las tormentas
y las ganas de aniquilar mi anatomía.

Y mientras el agua recorría mi piel
solo pensaba en que estaba dejándote atrás
y yo solamente quería tenerte delante,
rodearte con mis brazos a modo de coraza
y construirnos un fuerte
en el que solamente lo bueno pudiera entrar.
Agua caliente ven a mí,
porque el viaje a casa sin tu calor
me ha hecho escarcha.
Sé que debería hacerme hogueras yo misma
para no acabar por congelarme,
pero es que tus brazos son tan hogar
que me es difícil volver a entrar en calor
cuando los dejo.

Estoy en casa limpia ya,
segunda ducha por mis mejillas.
Sé que pronto mi piel
estará más cerca de tus caricias
y eso, de alguna manera,
calma esta santa manía
de ahogarme en soledad
cada vez que mis ojos no te ven.


Comentarios

Entradas populares