Voluble.

Las flores marchitas en verano
y cuarenta grados mientras está nevando.
Paisajes estivales en plena
tormenta,
horizontes invernales mientras
mi alma quema.

Soy un palacio.
Arruinado por dentro.
Ventanas rotas interiormente;
vidrieras policromadas por fuera.
Me escondo de mi propio
desastre en habitaciones impenetrables.
Corro por pasillos
los cuales jamás había visitado.
Me columpio en balanzas sin apoyo;
saldré volando de un momento a otro.


Me estoy pinchando con mis propias espinas,
ardiendo entre las pocas ascuas
que quedan de la hoguera de mi pasado.
Demasiadas palabras quemadas,
demasiados recuerdos tatuados.
Saldré despedida dentro de poco.

Quise darle nombre a esa versatilidad
de pensamientos deslizándose por
mi cráneo,
quise personificar el dolor
y sólo conseguí arder en el Infierno.
Esta balanza sin calibrar me lanzará
lejos más pronto que tarde.

Números, estacas directas al corazón,
insomnio, pesadillas con los ojos abiertos.
Veneno respirado y muerte en los labios.
Rasguños desesperados y gritos ahogados
en abrazos anhelados.
Límites insospechados,
hace ya mucho palpados.

He vivido demasiado tiempo conmigo.
¿Quién en su sano juicio
querría instalarse en mi mente?
¿Quién desearía reconstruir las cenizas
de algo que una vez fue?
Yo lo hice.
E intenté usar estas alas polvorientas.
Conozco bien el suelo,
gracias a ellas.
Solo caigo
y al hacer amago de levantarme,
impulsada por la romana,
de nuevo al suelo.
De bruces.
Todo roces y heridas.
Enraizada en el suelo,
pero estoy muy lejos de florecer.




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