Ártico y desierto.

Hay un cachito de escarcha
en cada palabra que no digo y
me guardo en el pecho,
y ahora mis entrañas se han convertido
en el mismísimo Ártico.
Me hielo entre estas cuatro paredes,
inerme ante la ventisca.
Mi garganta está construyendo
icebergs de alaridos desconocidos
en el exterior,
y ruegos de ansias
por alguna llama que derrita este inv f ierno.

Pero tengo miedo,
porque tras el hielo vendrá el agua;
siempre lo hace.
Y con ella mi ahogamiento
y posterior naufragio.
En tierra de arena negra y sucia,
isla desconocida.
Y lo desconocido da pavor,
pero vivo palpando incógnitas opacas,
mientras la gente me revela a gritos
su transparencia.

Estoy tan perdida que a veces no siento,
y otras siento demasiado,
pienso demasiado,
respiro demasiado.
Me desvisto frente a la vida
y le digo sin temor:
«Estoy lista,
ven a por mí».
Entonces empieza la fogata,
las palabras se derriten en mi garganta
y paso a ser el Sahara.

Coexisto en dos almas,
la de un cuervo y un ruiseñor.
Y vosotros sois mariposas,
aunque en ocasiones,
gusanos.
A veces vuelo tan cerca del huracán
que mis alas se entumecen
y no las siento mías,
y el frío vuelve triplicado.
Pero no lo siento.
No me siento.

¿Tiene sentido?
¿Tengo sentido?
Siendo dos,
y nadie.
Siendo hielo
y fuego,
ahogada o aire.

Comentarios

Entradas populares