Renacimiento.

No voy a coserme las alas 
el primer día que haga buen tiempo
ni voy a cantar victoria 
en mitad del duelo;
no creo que deba hacerlo.
La última vez no salió bien. 

Las prisas ahogan como sogas
y ya he tenido suficientes 
asfixiándome cada una de las horas
en las que he vivido y andado. 
Las prisas me hicieron subir alto
para caer aún más bajo
y no quiero ni debo seguir ese camino,
por sencillo que sea seguir atajos.

Me da igual si el viaje es largo
mientras acabe con una ala 
a cada costado.
Y no voy a olvidar el dolor sin más,
porque sigue incrustado 
en cada molécula de mi ser,
dando forma a lo que soy.

Quiero dejar de reptar en busca de aire.
Quiero entregarme a mí misma el oxígeno 
y no negarme el cielo,
a pesar de que muchos días 
vuelva a rozar el suelo
y me arañe con él 
hasta hacer sangrar a la esperanza.

Con todo esto no quiero decir
que la herida ya no sangre 
ni que mis ojos ya no se humedezcan 
cuando como, respiro, hablo, pienso, 
re-pienso y observo.
Con esto quiero decir 
que he tomado el control de mi barco
y que no pienso dejarle a la otra el timón,
porque de seguir permitiéndoselo 
iríamos directas al tifón 
–hemos estado muy cerca. 
Con esto quiero decir que no voy 
a quemar todas las flores de mi campo
solo porque una cuantas estén marchitas;
voy a hacer el mejor ramo de margaritas 
que me sea posible 
y a usar los tallos de las demás como lazo.
Con esto quiero decir que mis días 
por negros, grises o blancos 
que puedan ser
no van a condicionar la tonalidad
de toda una vida. 

Con esto quiero decir que ya no me rindo, 
que es ella esta vez la que se sentirá pequeñita,
la que empequeñecerá
hasta desaparecer. 





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