Quiero decir, gritarle a la luz, que me devuelves a la vida.

Sigue habiendo una parte de mí que me tira
hacia dentro de ese pozo seco y profundo.
Pienso todas las noches los recuerdos que podría
haber construido si no me hubiera destruido
y lo pienso tan alto que mi corazón a veces ensordece
y sangra
y grita
y pide
que pare de meter el dedo en la llaga.

Y esa parte de mí, aún sigue anclada a ese vicio
a la negrura,
al amor incondicional al odio propio
y la fuerza de voluntad para derruir todo aquello
que se aloja en cada uno de los poros
de mi piel.
Rememoro los días encerrada en una cueva blanca
con gritos pegados a mi espalda
y el anhelo de lo que una vez fui
y quise dejar de ser
y destruí
y ahora estoy rehaciendo.

Esa pequeña parte de mí,
tan diminuta ya,
gime de dolor cada vez que te ve.
Te teme con la misma intensidad
con la que te amo
y con la que me das aire
y valentía
y ganas
de luchar.

Esa diminuta parte,
esa jodida parte de mí,
duele menos desde que tú estás. 

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