Ars amandi.

Tengo el corazón en un péndulo,
que me oprime la existencia a ratos
y me hincha de vida en otros.
Y me encuentro en desacuerdo
con mi consciencia que no se aclara,
que me nubla,
y me talla por capas,
el ánimo de madera.
Hueco;
soy un árbol muerto.

Soy un invierno constante con retazos
de primavera,
y solamente quedan hojas secas en este jardín olvidado.
Ya no lo riegan.
Y yo sólo quiero replantarme,
para poder renacer,
en vez de autoconvencerme
de esa supuesta salvación
de mis raíces;
          soy
          un
        ramo
    en un jarrón,
 en la esquina de
  una  habitación
  vieja y sin luz.
      Mustio.


Pero a pesar de que no me riegan,
de que este vaivén de emociones va a quebrar el florero
en mil pedazos,
de que mi pecho es un amasijo de
cieno y pétalos calcinados,
siento mis raíces como si fueran miembros fantasma,
gracias al arte de besarte,
y al besar el arte en cada rima.
Gracias a cuerdas de guitarra que llevan en cada nota
los gritos que no pude soltar por las otras.

El arte,
la música,
y tú.

Nosotras,
pétalos en reconstrucción,
regado mutuo,
suturado bilateral.


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