Tratado de paz.

Mi corazón está bailando
en el borde de mis lagrimales
irritados de la lluvia que no dejo caer.
Y un fantasma me congela el jardín
que tanto me ha costado hacer crecer.
Ya no estoy donde me levanté,
¿volé o simplemente estallé?

¿Hay alguien ahí?
Siento como mis gritos resuenan en eco
en mi pecho desgarrado,
como si hubiera intentado desenterrar
el pasado hasta romperme las uñas
y las fuerzas.
¿Puede alguien oírme?

He estado pensado en todo mi desastre,
mi huracán,
mi isla desierta,
en el espectro del pasado que reniega
de despegarse de mis poros cansados.
He estado rememorando el momento
en el que mi sangre empezó a correr
de nuevo y en mis sentidos agonizando
por el simple hecho de no ser voz.
De no ser yo.
De no ser nada.

Y quizá yo sea ese fantasma.
Y me auto empuje al abismo
para acabar de rodillas viendo
nada más que el suelo.

Pero creo en algo,
creo en ti acunándome las penas
con tu melódica voz que me eriza,
como ya sabes,
la piel,
los miedos,
las heridas.
Y me reconstruyes.
Y te reconstruyo.
Y no nos rendimos,
porque nuestros labios han firmado
la victoria de esta lucha.

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