Quererse es revolucionario.

Ojos cansados de mirar un reflejo asesino
y labios secos de pedir ayuda,
manos que arrastran los dedos entre las sábanas pidiendo calor.
Cieno en el pecho que ahoga
y que deja grabado el infierno
en la tráquea.

Y se cansó;
entonces se dio cuenta de que querer
significa revolución.
Querer el espejo empañado
de saliva de besos.
Querer sus manos rodeando su cintura,
en forma de auto-abrazo,
de auto-perdón.
Querer llenar su propio vacío
con redención de lo vivido,
sin olvidar que ha resistido
y se ha reconstruido.
Quererse.

Querer cada uno de los poros de su ser.
Porque somos un templo donde vivir,
demasiado bello como para maltratarlo,
demasiado valioso como para subestimarlo.
Demasiado bello como para no amarlo.
Como para no amarse.

Y luchó su propia lucha,
con los párpados bien levantados,
el corazón recién curado
y la revolución de la autoestima
entre sus manos.

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