Brujas.

Nunca fuimos ceniza
aun después de que nuestra piel
se hubiera abrasado
con fósforos de odio masculino,
a nuestra libre y viva feminidad.
Tampoco lo seremos ahora,
cuando todavía nuestros poros
siguen al filo de las brasas,
pereciendo entre sus manos asesinas
y bocas que excusan la herida.

Nunca fuimos arena,
incluso después de tantos golpes
contra nuestros diques;
siempre ellos con la tormenta
como instrumento silenciador.
Tampoco lo seremos
ahora,
ni mañana,
tampoco pasado,
o el año que viene.
Vamos a ser fuego,
el fénix que resurge de las cenizas,
vamos a calcinar esta balanza que nos mantiene
bajo tierra, ahogadas,
encogidas y calladas.
Vamos a ser incendio forestal
que destruya todo el sistema cisheteropatriarcal,
para que así podamos respirar
con tranquilidad
sin tener que pensar
en cómo caminar bajo la luna sin pesar,
en cómo vivir sin miedo a engordar, porque...
¿qué pensarán?
En qué hacer para que no te apunten con un dedo odioso
por besar y follar
con quien quieras,
cuando quieras,
sea del género que sea
o por simplemente,
ser trans.

En cómo sentir el aire
limpiando tus pulmones,
levantando las barreras,
dejándote libre,
abrazada por tu bandera
que de una vez por todas
te tiene en cuenta.
Vamos a ser brujas,
de esas que son guerreras
y que luchan por su independencia
a partir de la desobediencia.

Vamos a volar bien alto,
después de tanto tiempo
cogiendo polvo en el ático.
Entre hermanas
vamos a lamernos las heridas,
siempre combativas.

Nunca hemos sido ceniza,
así que cuidado,
que en las ascuas pueden crecer aún
las llamas.

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