Mi primavera.

Siento tanto que estas tormentas
te estén nublando de nuevo la razón, amor.
También me ha vuelto a costar respirar a mí,
con toda esta ceniza y polvareda
cubriendo nuestros pulmones,
una vez más.
Y es que ya sabíamos que el camino
no iba a ser llano,
porque somos como el clima
y necesitamos de vez en cuando
cambiar,
para mostrar todo el invierno que guardamos,
para que así cuando vuelva el verano
no hayamos perecido entre el hielo.

Así que recuérdalo bien, amor,
que somos rosas, perennes,
y solamente las rosas sobreviven al tiempo,
así que ya puede venir uno o mil huracanes,
que aunque nuestros pétalos se hayan marchitado
y ya esté creciendo óxido en nuestra raíces cortadas
van a pasar mil primaveras
hasta que nuestras hojas endurezcan
y se deshagan en la ventisca.

Mientras tanto,
voy a ayudarte a sobrellevar cada tormenta,
espina
o plaga
que se presente en tu jardín,
al igual que haces tú
cuando me levanto en mitad de la noche
con el corazón en un puño
como si el oxígeno se fuera a despedir
de mi cuerpo para siempre.

El simple hecho de compartir la misma cama,
el mismo aire,
el mismo dolor
y las mismas vendas.
El simple hecho de sentir el calor
de tu respiración
frente a mi cara
cuando te quedas dormida
antes de que me de tiempo
a procesar que es de noche
y que para ayudarme a conciliar el sueño
te acaricie el pelo aunque tú ya estés
en los brazos de Morfeo.
El simple hecho de que amarte
se sienta como un jardín
en el pecho,
que me devuelve el aire
que la locura a veces me arrebata.
El simple hecho de que tú seas tú,
y yo sea yo,
y que juntas no nos haga falta ser nadie más
que nosotras.

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