Flores de octubre.

Las olas han dejado
de sacudirme contra la costa
y ahora solamente siento la serenidad
que produce su acunar.
Siento sueño,
ganas de cerrar los ojos
—pero no para el fin—
para volver a abrirlos al alba
y recordar que es un nuevo día.
Una nueva vida.

Las gotas de lluvia me cantan
nanas mientras espero que te cueles
por mi ventana y te recojas entre mi cabello
y me susurres quedamente cada herida que tengas despuntada,
que yo te coseré a besos de nuevo el alma.
Y quedarnos mientras la noche siga perenne
a contar las estrellas que se han apagado
para dejarte brillar.
Recordar que es una nueva noche
en
una
nueva
vida.

Vamos
                                        a
        descolocarnos
                                   los
           miedos
                                  y a marearlos
              hasta que
expulsen
                                                       toda su fuerza.
Vamos a apoderarnos de su debilidad
para construir nuestras murallas contra el daño.

Y está llegando el otoño
y las hojas están empezando a caer
pero yo me levanto.
Todos los ruiseñores se esconden
y acurrucan en sus nidos
menos
yo.
Vamos a volar alto
y a gritar firmemente
que somos como flores que
florecen bajo el sol aún tórrido de octubre.

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