Demonios.

Cuando creía que estaba en la cima,
vino el alud,
vino la masacre con mis lágrimas
y la sangre de mis entrañas.
Vivía cerca del fuego
y nada era perecedero
salvo mis tormentos.
Pero observa,
mírame bien a los ojos,
siéntate en las pupilas
y búscalos.

Desde mis pestañas obsérvame
caer y caer
sin impedimento,
contempla mi desconsuelo.
Búscalos.

Enrojece mi pálida tez,
que se hiela de no tener
dónde desfallecer,
y los mata callando,
o lo intenta
y búscalos.

Camina conmigo
en la cuerda floja rota,
donde mi cansada alma mora
y huye en vano,
asustada.
Y búscalos.

Búscalos entre mis roturas,
en mi retina húmeda,
o en mis clavículas,
cansadas de sostener
tales penas.
Y búscalos,
los encontrarás por doquier.




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