Todos los santos.

Y todos los santos,
todas las almas que ya descansan
lejos de aquí.
Todos los corazones
solemnes a la tierra
que ya están al fin en paz.

Cada una de las sonrisas
perdidas en el aire,
guardadas en nuestra psique,
encarceladas tras los barrotes
de continuas lágrimas.

A todos los lloros en vano
que iban de la mano de la muerte
cuando la gente,
vehemente,
despide a alguien que deseaba irse.
A todos aquellos que al fin descansan,
que el sueño por fin alcanzan.

A cada uno de aquellos dolidos
órganos palpitantes,
enojados con la vida
que no siempre brilla
y muchas veces duele;
siempre.

A la noche,
que recoge sus nombres
junto a la niebla
que propaga sus dolores,
dulces,
que anhelan la felicidad.

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