Epitafio.

Hoy llueve con intensidad,
y desde mi ventana,
cada vez más quebrada,
siento cómo el frío
me cala la piel.
Mañana también lloverá
y ni el abrazo más fuerte
permitirá que no me hiele.
Pasado también lloverá,
es una tormenta constante,
de la que es imposible
que se descanse.

El cielo está negro.
Hace años luz que no
siento rallos de sol
sobre mi rostro
y el calor ya no me tuesta
las pecas de mis mejillas;
ya no siento nada,
y nada brilla.
Mañana el cielo también estará negro,
¿no me crees?
Entra en mi mente y lee,
lee las predicciones atmosféricas
y la cantidad de tormentas que están
por venir, y vendrán.
Pasado también veremos el cielo
oscuro,
más que el carbón,
más que la tierra que poco a poco
me está sepultando.

Pronto veremos barro,
y bajo este tenebroso techo
mis palabras cesarán y
la frigidez os inundará,
junto a un aguacero
que no descansa.

La lluvia suavizará,
hasta callar.
El cielo el mil pedazos
caerá.
Y yo lentamente,
destruiré lo poco que quedaba
de esta insana mente.

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