Síndrome de Estocolmo.

Pensamientos corrosivos,
dolor adictivo;
víctima de mi mente
pero enamorada del asesino.

La vida se convirtió
en un chiste,
que todos encuentran gracioso,
menos yo.
Cada día es menos agradable,
más lastimoso.

Secuestrada por estas ideas,
que no son efímeras
y que se han vuelto
algo inefable,
como explicarle a un ciego
cómo brilla su mirada.

Atada con esta camisa
de fuerza
incapaz de salir,
pero auto-reteniéndome
en esta casa vieja.

Mis cimientos se están cayendo,
y yo sigo aquí aparentemente
de una pieza.
Prende fuego a la madera
que no arderé,
pues por la eternidad
me quedaré con mi cautiva psique.

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