Nicho.

Bukowski dijo,
«encuentra lo que amas,
y deja que te mate».
Y así lentamente fue 
como empecé a cavar
mi propia tumba.

Cuerdas, sogas 
alrededor de mi cuello
con forma de palabras
y con olor a putrefacción;
dolor con apariencia de cristal
y números sin sentido
como flechas o puñal.
La negrura del camino
la capturé como una
fotografía 
en lo más profundo
de mis pupilas,
y así poco a poco
comencé mi caída.

Mares y océanos 
sobre blancos y rojos,
pero no son nubes ni atardeceres,
son mejillas pálidas 
y sangre que no prevalece.
El pesar dibujé en mi cuerpo,
destruyéndolo,
unas veces más y otras menos;
y así terminé en el hoyo.

La tormenta jamás acabó
pero todos creían que había salido el sol
y yo solamente observo helada la luna,
fría y mojada,
mientras me encharco en esta
tierra sucia, y por desgracia,
mía.
Y así lentamente tapé yo misma
mi fosa,
impenetrable y dura,
repleta de raíces muertas
e insectos que me consumen
como el fuego en una vela.


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