Alter ego.

Cuando ya las sonrisas
forzadas
son más que una línea
mal dibujada,
y las lágrimas no salen
aunque por dentro
te ahogues entre incesantes
palabras,
eres otro.

Cuando vives en la cima
del Everest,
aún sintiéndote
en el inframundo
 y tu alma esté más muerta
que las flores que una vez nacieron
en Pompeya.
Eres otro.

Otro ser con dos caras,
con dos sentimientos,
con dos corazones
y más de tres fusilamientos internos;
sabes que eres dos en uno,
pero solo uno es veraz.

Agarrando el viento en vano,
construyendo castillos de arena
en las manos,
que lentamente se derruyen
con el aire de los sollozos
que sin querer salen.

Canciones viejas que se repiten
en este casete psíquico,
hasta desgastar las cintas
de lo más hondo de nuestros adentros;
ahí, donde solamente duelen
las palabras.
Esas viejas palabras,
que nos han hecho construir
un autómata con el que cubrir
este cadáver y
este sentimiento
que desarraiga. 

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