Heiulo.

En mitad de la noche,
me desgarré la garganta
intentando gritar 
pero, al igual que mis alas,
mis cuerdas vocales
estaban cortadas.

Enviando señales de humo
pidiendo auxilio,
intentando sofocar el fuego
porque no quieres salir del oasis;
quieres permanecer 
en lo oscuro.

Aterrorizada de ese sentimiento,
que nada puede llenar,
llorando por los impactos 
de mis pensamientos afilados
que cortan más que una cuchilla
y duelen más que una operación 
a corazón abierto. 

Mi corazón ha sido exprimido
por la enfermedad,
como una naranja convertida en un zumo.
Irreversible.

Ahora simplemente soy un alma
que vaga, vacía.
Dependiente, rota y herida.
Debatiéndose entre la vida y la muerte,
pero imantada al Hades
desde el día en el que firmé el contrato
con el diablo.

Ya no veré el sol nunca más,
ya no sentiré el aire frío,
ni podré respirar con normalidad.
Ya no podré vivir sin lágrimas
ni esta sonrisa mal pintada que muchas
veces se desdibuja
pero a nadie le importa. 

Resignada, utilizada, manejada.
Una marioneta actuando por inercia,
que ansía que corten sus cuerdas;
que anhela poder reposar
su alma muerta.

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