Ajedrez impuesto.

La parte blanca del
tablero
se ve desde muy lejos,
y sin yo querer,
sujetan mi peón negro.
Primer paso;
duele.
Seguir
sin querer,
hiere.

Cogen mi caballo,
paseo en eles
hasta desvanecerme,
viviendo en bucle
el monótono movimiento,
que hace que la partida
llegue a aborrecerme.
La luz no parece estar tan lejos,
pero esto duele,
hiere.

Nada es lo que parece,
y sin darme cuenta,
muevo al alfil por inercia
deseando un descanso,
un respiro de esta jugada infernal.
Resignada sigo,
pero esto me hiere,
joder, que si duele.

Ya veo a la reina blanca,
es mi objetivo,
aniquilarla y ser libre de nuevo,
junto a mis negras piezas y mi parte
oscura del tablero.

``Jaque, jaque, jaque´´:
piden mis manos desesperadamente,
ansiando detener este mal juego,
en el que ellas no tienen ni voz ni voto,
ni el más mínimo derecho de pedir
tentol.

Duele,
hiere,
siento como mis manos
tiemblan y se estremecen.
Mata a la reina blanca,
no quiero luz ni
esperanza;
ansío negrura,
descansar de falacia.


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