Detonantes.

Ya no sé si he perdido la cabeza
o todo mi ser
de la cabeza a los pies,
ya no sé si esto es dolor que abrasa
o un vacío que de su profundidad
hiere en mis adentros
como brasas que arden.
Cada vez cuesta más respirar
y vivo la muerte todas las mañanas
cuando abro los ojos frente al cristal.
Las heridas se hacen vastas
y menos visibles,
las lágrimas abundan
pero no derraman
y la sangre sigue corriendo
por mis venas como en una carrera
que jamás tuvo que empezar,
que aún queriendo
no puede parar.
Pecando cada día,
cinco dolores en mi cabeza
y en mi corazón,
vidrios que dañan la vista
y que desean ser rotos
para cortar estas alas que
siguen en desuso y
están por estar.
Nunca el silencio
fue tan ensordecedor
ni el dolor tan tangible,
solo suplico que los deseos
de la psique
sean algo más que simples
vocablos.

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