In(v/f)ierno.

Como un día intenso
de invierno,
estos pensamientos
húmedos en mi rostro
calan los huesos.
Los árboles están secos
como mi corazón,
que por más que llora y
se ahoga en lágrimas,
ni una gota por mis ojos
se asoma.
La luz es escasa
como las horas de la mañana,
y la oscuridad inunda toda mi alma;
las noches son más extensas
y duraderas
como mis ojeras,
que de mi cara
no se despegan.
Hace frío,
el corazón ya no late
y la sangre ya no corre,
¿qué indicio más ha de dejarse
ver para comprender
que soy un cadáver?
Tan sólo estas cuatro paredes y yo,
a veces metamorfoseadas
en mi habitación lúgubre
testigo de mis luchas
y mi muerte,
otras cóncava con
juicios que me llevan
a esta cárcel interminable
de la psique.

Solamente quiero mantener
los ojos cerrados
para esconderme de este infierno,
solamente quiero hielo de este
invierno
que corte mis alas heridas
que tratan de volar en vano,
porque hace mucho que todo
ha acabado.

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