El último baile.
Ni la luna brilla
ni el sol nos calienta y
las piedras son nuestras amigas
desde que perdimos la inocencia.
Cosimos sonrisas en nuestras caras
y nos maquillamos las heridas
para salir de fiesta,
y bailamos con la Muerte,
sin saber que eso nos uniría a
ella hasta el final.
Deseamos el último baile con ansia,
pero la noche no acababa,
y los espejos nos ahogaban
y las palabras, desesperanzaban.
Sentimos cadenas en nuestras extremidades
pero no había nada;
quisimos llorar a pleno pulmón,
teníamos el pecho en huelga
de lágrimas.
Nos manifestamos bajos las luces
nocturnas y un millón de químicos
en la sangre,
pidiendo un descanso de esta danza
infernal, que destroza los pies
y alegra a Hades.
Soltamos gritos de auxilio
que sonaban a melodía
y ellos nos creyeron;
pura inconsciencia
de la única ayuda que nos ofrecieron.
Pateamos la pista de baile
queriendo romper el suelo,
para poder ir de golpe
a la tumba de nuestros sueños.
La noche no era efímera
aunque una pequeña luz
nos lo desmentía,
pero sus susurros en nuestras orejas
nos hicieron tatuarnos en la mente
para no olvidarlo,
que todo esto
era sempiterno.
ni el sol nos calienta y
las piedras son nuestras amigas
desde que perdimos la inocencia.
Cosimos sonrisas en nuestras caras
y nos maquillamos las heridas
para salir de fiesta,
y bailamos con la Muerte,
sin saber que eso nos uniría a
ella hasta el final.
Deseamos el último baile con ansia,
pero la noche no acababa,
y los espejos nos ahogaban
y las palabras, desesperanzaban.
Sentimos cadenas en nuestras extremidades
pero no había nada;
quisimos llorar a pleno pulmón,
teníamos el pecho en huelga
de lágrimas.
Nos manifestamos bajos las luces
nocturnas y un millón de químicos
en la sangre,
pidiendo un descanso de esta danza
infernal, que destroza los pies
y alegra a Hades.
Soltamos gritos de auxilio
que sonaban a melodía
y ellos nos creyeron;
pura inconsciencia
de la única ayuda que nos ofrecieron.
Pateamos la pista de baile
queriendo romper el suelo,
para poder ir de golpe
a la tumba de nuestros sueños.
La noche no era efímera
aunque una pequeña luz
nos lo desmentía,
pero sus susurros en nuestras orejas
nos hicieron tatuarnos en la mente
para no olvidarlo,
que todo esto
era sempiterno.
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