Inapelable.

Me arrancaría la piel
a tiras con tal de no ser yo,
con tal de dejar este cuerpo y estas cicatrices
y nada importaría.
Dejaría mi cerebro en un tarro
y no lo volvería a usar,
y sentiría la libertad efimeral.

Porque ya da igual quién sea o
vaya a ser,
si mi corazón está acostado en mis
manos manchadas de sangre,
que ya no es la mía.
Si el olor a podredumbre
ya empieza a estorbar.
Es irrelevante que mire
hacia adelante si hay un muro
eterno frente a mí
y ya no tengo fuerzas para romperlo,
sin romperme.

Me descompongo bajo el olor
de amapolas que anuncian el
final infernal,
me metamorfoseo en puñales
y granadas,
no os acerquéis si no queréis
destrozar más vuestra alma.
A mí ya me da igual explotar
y que la metralla se incruste
en mis entrañas.

Muchas caras,
muchas lágrimas estancadas
que acaban por convertirse en lluvia
torrencial y que secan el corazón
a pesar de estar lleno de agua.
Mucho tormento,
muchos truenos en la oscuridad
que quiebran las ventanas y hacen
que sus cristales corten aún más.
Silencio estruendoso
bajo palabras que retumban en paredes
invisibles y recuerdos fugaces
que son invencibles.

Me oxido, me corrompo,
no hay que darles más vueltas,
el daño ya está hecho.
Me pudro, me rompo
y no hace falta pegamento
o un abrazo a tiempo,
porque ya es pretérito
la sonrisa verdadera
y es futuro el final.





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