Bache nº 1.000.000.

Pensé que la lluvia ayudaría a crecer
a mis flores
pero ahora que ha escampado tengo
las zapatillas mojadas y un vacío
en el lado izquierdo de mi pecho.

Y no está.
No hay nadie.
Mi corazón está asomado a la cornisa
haciendo amago de saltar.
Y no estoy.
No sé quién soy.

Se me está calando el alma de tanta humedad
y por mucho que haya prometido verano,
llevo al diablo y al invierno
de la mano.
Mis heridas saben a sal,
inútil.
Sigo sangrando por dentro.
Me voy a ahogar en mis propios pensamientos.

¿Y dónde están todas las alas con las que mi boca
se llenó hablando de libertad?
Ahora solo veo cenizas aún candentes en mis manos,
como arena,
intentando construir castillos de arena en mitad de un huracán.
Quizá mi jardín no estaba tan verde.
Ni mis hojas tan secas.
Es un otoño permanente.
El verano no me pertenece,
la luz se me está apagando,
las flores se me están marchitando
y no estás.

No estoy.
No estás.
No están.
Mis alas se están descosiendo
seguido de mis puntos de sutura.
¿Dónde estoy?
¿He llegado a pisar la cima, o simplemente
era un pequeño bache simulando la resurrección?

No me siento,
palpo de nuevo
el camino al reverso.

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