Abuelo.

Las agujas del reloj se mueven al compás,
y sigues sin estar.
Pasan las horas, los minutos y segundos,
y no estás.

He roto la esfera del reloj,
ya no pasa el tiempo,
pero tampoco estás.
Las agujas están esparcidas por el suelo.
He podido detener el tiempo,
pero no he podido evitar que te marcharas.

No hay reloj, no hay tiempo, no estás tú.

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