Carroña.

La música desgasta
nuestros sentidos,
y los recuerdos,
acortan nuestros latidos.
Un día, la luna dijo mi
nombre,
y sonaron reverberaciones
por todo,
condenándome por mis
acciones.

¿Quién soy yo aquí?
¿Qué me queda ya,
después de sangrar
hasta por el alma?

Una noche permanente
nos asoló,
y ya todos mis sentidos
quebró.
Ahora ya solamente
soy un cadáver
vagando sin rumbo,
con un puñal en la espalda,
una bala en la cabeza y
sobre la mano una pistola
que ya no sabe a dónde apuntar.

Evito todos los cristales,
evito el aire,
pues ya no quiero avivar
el fuego.
Ahora solo hay hielo,
que conserva de mala manera
este hedor a muerte
que os cala los huesos
y con el frío,
os hace creer que aún soy viviente.

¿Quién soy yo entre
toda esta oscuridad?
Que nos mata sin soga,
que nos ahoga sin mar,
que nos sume en las más profunda
hamartía.
¿Cómo ser, cuando no soy nada
más que fin y desazón?

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