Necrópolis.

Podredumbre,
azahar,
ya no hay nada por lo que andar,                  
ni una luz que me guíe a casa,
ni un alma sana que cure
mis heridas.

Estamos condenados
a vivir en este mundo
de cadáveres,
de hipocresía y dolor,
adictos a malas mentiras
y la negrura del día a día;
ya da igual quien se ponga
en mi camino,
da igual que canten razones
por las que nadar hacia
el flotador salvavidas,
porque ya hace tiempo
que éste de hundió
conmigo.

Pesadumbre,
crisantemo,
no hace ya falta que andemos,
cristales hay por el suelo,
mi sucio y feo reflejo
retumba en mi mente
como balas en un cuarto
vacío.

Este es mi castigo,
a vivir en la eternidad ,
de la mano de este mal duradero,
rogando por algo efimeral
mientras ellos,
negros y susurrantes
se ríen de mí
cuando pido clemencia o
un respiro,
porque ya no aguanto más,
estoy cerca de mi último suspiro.

Podredumbre,
azahar,
inconsciente de algo tan letal.
Pesadumbre,
crisantemo,
cansada de este infierno.

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