Sangrado corazón.

Desgarrándome el alma
en la nocturnidad
me di cuenta de que
mi corazón estaba hecho
para penar.
Los cristales rotos
jamás quise volver a mirar
y los utilicé para cortar las alas
que nunca más volvería a usar.
La oscuridad se convirtió en mi manto
y el frío se hizo más ameno
rodeada de aquellas voces de espanto.
Y las lágrimas que se quedaban atascadas
en el camino de mi garganta
me sirvieron para hacer menos doloroso
el vacío en el que habitaba.
Mi sangre dejó de correr por sus vías
y las entrañas callaron su palpitar;
silencio.
Condenado silencio
ensordecedor,
que hace que quiera mandarles callar
aunque mi voz no pueda funcionar.
Me convertí en aquella chica
que creí que ni en sueños
llegaría a ser,
la cual se ahoga cada anochecer
y finge salir a flote a la salida del sol.
Aquella que dibuja sonrisas,
aquella que escribe palabras,
todas ellas espolvoreadas y maquilladas
de la verdad,
convertidas en mentiras.
Bonitas mentiras que adoran escuchar,
bonitas mentiras que creen sin cesar,
sin fijarse verdaderamente en la recubierta.
Sin mirar la negrura que irradian mis ojos
y el óbito que anuncia mi boca.

Sangrado corazón
que lentamente te drenas
sin que nadie entre en razón.
Sagrado corazón
que soportas tu toxicidad,
que no quieres volver
a palpitar.

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