Lunática.

La luna se convirtió
en mi única confidente,
compañera de batallas;
vidente de mis lágrimas.
Y me derrumbé un millón de veces,
pero no conseguí derruir el muro
que me impedía caminar.
Tendí la mano a la nada
esperando a alguien que la sujetara
y me levantara del suelo,
que ya se estaba hundiendo
con el gran peso de mis espaldas.
Le grité que me diera algo de su luz
o que al menos,
me dejara cerrar
los ojos un instante,
para poder descansar
del incesante dolor de alma.
Me quedé sorda de silencio
y despierta de agotamiento.
Respiré hondo y me ahogué
falta de aire,
ansié levantarme.
Anhelé el estar en pie
sin miedo a precipitarme.
Solo había pánico en mis pupilas
cada vez más dilatadas
por la oscuridad de la noche.
Pánico y cenizas;
de aquello que fui
y nunca más sería.

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