Monstruo.

Me di cuenta demasiado
tarde,
demasiado tarde para culpar a otro.
Asumí que era su error
en lugar del mío.
Y la vida estará
hasta los cojones
de que la acriminemos
crímenes realizados
con nuestras propias manos.

Me arrepentí de caricias
y besos,
abrazos y mentiras,
a deshora.
Caminé sobre la cuerda floja
a sabiendas de que abajo
solo me esperaba la muerte,
y miraba expectante mi final.

Callé pensamientos de ultratumba
y me perforé el alma
con su toxicidad.
Corrí demasiados riesgos
apostando que sería mi última vez,
pero más tarde,
volví a rozar el límite con la punta de los dedos.

Me clavé piedrecillas del camino
a la suela de mis zapatos,
sin importarme que pudiera
traspasarlo.
Cavé mi propia tumba una vez
ya muerta,
una vez ya rota.
Vacía.

Y solamente se me ocurrió
culparla a ella,
a la vida,
a los años,
a los pasos torcidos del viaje;
cuando sólo y únicamente
era yo la responsable.

Era yo el monstruo bajo mi cama
y las lágrimas sobre la almohada.
Era yo los gritos ahogados en la noche
y los susurros inquietos en la cabeza.
Era yo mi asesina,
mi sentencia.
Era yo la sal en las heridas.
Era yo a quien tenía que condenar.
Eliminar. 

Comentarios

Entradas populares