Des-humanidad.

No queremos más abrazos,
parecemos menos humanos,
caminando sin mirar al frente
siendo víctimas de nuestra propia mente.

El aire nos da en el rostro,
los bosques oscuros nos parece menos nublosos.
Sentimos la sangre como rubíes en mano,
las lágrimas son parte del día a día humano.

El dolor nos enternece, nos acomoda.
Nuestra tez es más pálida,
menos hermosa,
avanzamos sin rumbo fijo
por calles angostas.

Estamos enlazados a la negrura,
creemos que es arte,
que es belleza;
pero no, tan solo es esa bomba
que carece de minutos,
de otra ronda.

Nos sentimos solos,
dañados.
No queremos confianza,
no queremos más años.
Ni abrazos ni calor nos receta,
este oscuro médico, llamado tristeza.

Ya no hay confianza,
no hay palabras,
que den otra oportunidad
a esta jodida alma.

Cada vez hay menos humanos,
y más manos,
ensangrentadas.
Más heridas,
menos llamadas,
de auxilio, de perdón o pidiendo un respiro.
Un respiro, para este agotador,
camino.

Más muertos en la calle,
menos llaves,
que abran estos corazones
drogados de oscuridad
y sin fuerza para andar.

Menos abrazos,
más sangre.
Menos confianza,
más hambre
de callar estas voces que
tan solo arden.

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