Secuestrada.
Las pupilas rezuman oscuridad,
aquí en este zulo sin aire
en el que mi alma reside sangrante.
Las luces parpadean
y siguen el compás de mi corazón.
Clic, clic, clic.
Escupían las bombillas que ahora
en el suelo rotas dormían.
Ya no hay luz en este pozo,
y mis latidos ya no noto.
Se acabó el sufrimiento,
no soy libre,
pero al fin no padezco.
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